El origen de los Estados Unidos tiene lugar cuando se decide presentar batalla a su metrópoli original que era Inglaterra. Es decir, a través de una lucha de liberación, como fue la Guerra de la Independencia, los EE.UU. pudieron comenzar su andadura como Estado libre y soberano. A tales efectos se diseñó un sistema político que aspiraba a ser realmente democrático. Hay que destacar el hecho de que no contaban con ninguna monarquía anterior, factor que facilitó enormemente la tarea de construir un sistema democrático. Ya que, por ejemplo, en Francia poco tiempo después tuvieron que hacer frente a este problema.
En este sentido los ideales que dieron origen a los EE.UU. hay que reconocerlos honestos. Las personas que mejor representan estos ideales son, evidentemente, los conocidos como “Padres Fundadores”. El liberalismo clásico ha impregnado de forma considerable el espíritu que forjó el sistema político estadounidense. Así pues, conviene destacar el profundo respeto por los derechos individuales que guió el proceso de construcción estatal. De hecho, si se analizan brevemente, en un sentido económico, los principios de la nación estadounidense se aprecia como, en pleno apogeo de las teorías liberales, era lógico que este nuevo Estado se construyera sobre estos cimientos y no sobre otros.
No obstante, el capitalismo, como modo de producción, no contaba necesariamente con una opinión favorable entre los Padres Fundadores. Claudio J. Katz, profesor de Ciencia Política de la Universidad de York, afirmaba en un artículo que Thomas Jefferson, pertenecía a un liberalismo que bien podría considerarse anticapitalista. Para Jefferson era preferible que los ciudadanos fueran autónomos antes que aceptaran el trabajo que se conoce como asalariado. También es conocida la crítica de Jefferson a la especulación financiera de entonces, como bien queda recogido cuando afirmaba que: “El sistema de la banca nosotros lo hemos reprobado por igual. Yo lo contemplo como un borrón en todas nuestras constituciones, que, si no se protegen, terminará en su destrucción, ya que ya están siendo golpeadas por los jugadores corruptos, y está arrasando en su progreso, la fortuna y la moral de nuestros ciudadanos.”
Sin embargo, hoy en día los EE.UU. son los máximos impulsores del libre mercado sin restricciones. Excepto, como no, cuando las regulaciones le favorecen. En cualquier caso, teniendo en cuenta la situación de predominio de los EE.UU. lo más ventajoso para ellos suele ser la ausencia de regulación en el mayor número de campos. No obstante, no fue siempre así. EE.UU. en el momento de su fundación no era la superpotencia que es ahora. En este sentido, Alexander Hamilton, era perfectamente consciente de que el libre comercio, no les iba a favorecer por aquella época. De modo que, abogó por un proteccionismo, que es precisamente la única vía de conseguir que los países en vías de desarrollo prosperen en un contexto de comercio internacional.
El otro campo en el que los Estados Unidos brillan con luz propia es en la política internacional. Esta obsesión megalómana de creerse los guardianes del mundo les ha llevado a cometer verdaderas imprudencias. Pero, en cambio ellos saben, perfectamente, lo que es encontrarse sometidos a otro imperio, como fue en su día el británico. Por ello, los EE.UU. no siempre han sido ese país al que se le puede achacar una injerencia enfermiza en los asuntos de los otros Estados. Entonces, ¿cuándo podría situarse el punto de inicio de esta política de injerencia? Probablemente, pueda afirmarse que ésta comenzó con el presidente Theodore Roosvelt (no confundir con Franklin Delano Roosvelt). Durante el mandado de éste se abogó por una política expansionista y de injerencia, de hecho es precisamente durante esa época cuando se creó la conocida prisión de Guantánamo.
Esta tendencia es la que se ha ido, lamentablemente, consolidando. Por lo tanto, la cuestión que ineludiblemente se ha de abordar es: ¿Por qué? Esta pregunta puede responderse atendiendo a los intereses económicos que el modo de producción capitalista ha ido generando en el país estadounidense. La influencia de las empresas privadas ha ido aumentando, de forma gradual, en la esfera política del país. Ante este panorama es cuando se tiene que recurrir a la teoría, perteneciente a Lenin, de que el imperialismo es la fase superior del capitalismo. Finalmente, la necesidad de nuevos mercados y de nuevas materias primas, se hacía patente en las crecientes empresas privadas estadounidenses. De este modo, dichas empresas presionan al gobierno para que éste aproveche los conflictos bélicos que aseguren la disponibilidad de los elementos necesarios para su expansión económica.
Huelga señalar de qué manera benefició a los Estados Unidos, en términos estrictamente económicos, las dos Guerras Mundiales. Una vez consolidada como potencia mundial las injerencias no hicieron más que aumentar. En este contexto se explica la Guerra Fría, la conocida intervención en Afganistán contra la URSS, o el fracaso estadounidense en Vietnam. Más recientemente podemos encontrar la intervención armada en Irak, así como las revueltas originadas en el norte de África, en donde cobra especial relevancia el enclave estratégico que supone Libia y sus pozos petrolíferos. Actualmente, predomina una falsa retórica de salvaguarda de la libertad y de la democracia, bajo la que se cobijan otros intereses.
Sin embargo, hoy en día los EE.UU. son los máximos impulsores del libre mercado sin restricciones. Excepto, como no, cuando las regulaciones le favorecen. En cualquier caso, teniendo en cuenta la situación de predominio de los EE.UU. lo más ventajoso para ellos suele ser la ausencia de regulación en el mayor número de campos. No obstante, no fue siempre así. EE.UU. en el momento de su fundación no era la superpotencia que es ahora. En este sentido, Alexander Hamilton, era perfectamente consciente de que el libre comercio, no les iba a favorecer por aquella época. De modo que, abogó por un proteccionismo, que es precisamente la única vía de conseguir que los países en vías de desarrollo prosperen en un contexto de comercio internacional.
El otro campo en el que los Estados Unidos brillan con luz propia es en la política internacional. Esta obsesión megalómana de creerse los guardianes del mundo les ha llevado a cometer verdaderas imprudencias. Pero, en cambio ellos saben, perfectamente, lo que es encontrarse sometidos a otro imperio, como fue en su día el británico. Por ello, los EE.UU. no siempre han sido ese país al que se le puede achacar una injerencia enfermiza en los asuntos de los otros Estados. Entonces, ¿cuándo podría situarse el punto de inicio de esta política de injerencia? Probablemente, pueda afirmarse que ésta comenzó con el presidente Theodore Roosvelt (no confundir con Franklin Delano Roosvelt). Durante el mandado de éste se abogó por una política expansionista y de injerencia, de hecho es precisamente durante esa época cuando se creó la conocida prisión de Guantánamo.
Esta tendencia es la que se ha ido, lamentablemente, consolidando. Por lo tanto, la cuestión que ineludiblemente se ha de abordar es: ¿Por qué? Esta pregunta puede responderse atendiendo a los intereses económicos que el modo de producción capitalista ha ido generando en el país estadounidense. La influencia de las empresas privadas ha ido aumentando, de forma gradual, en la esfera política del país. Ante este panorama es cuando se tiene que recurrir a la teoría, perteneciente a Lenin, de que el imperialismo es la fase superior del capitalismo. Finalmente, la necesidad de nuevos mercados y de nuevas materias primas, se hacía patente en las crecientes empresas privadas estadounidenses. De este modo, dichas empresas presionan al gobierno para que éste aproveche los conflictos bélicos que aseguren la disponibilidad de los elementos necesarios para su expansión económica.
Huelga señalar de qué manera benefició a los Estados Unidos, en términos estrictamente económicos, las dos Guerras Mundiales. Una vez consolidada como potencia mundial las injerencias no hicieron más que aumentar. En este contexto se explica la Guerra Fría, la conocida intervención en Afganistán contra la URSS, o el fracaso estadounidense en Vietnam. Más recientemente podemos encontrar la intervención armada en Irak, así como las revueltas originadas en el norte de África, en donde cobra especial relevancia el enclave estratégico que supone Libia y sus pozos petrolíferos. Actualmente, predomina una falsa retórica de salvaguarda de la libertad y de la democracia, bajo la que se cobijan otros intereses.
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