El capitalismo, de igual manera que el socialismo, es un modo de producción. Pero, a diferencia del socialismo, los medios de producción son privados, es decir se encuentran bajo la propiedad de particulares. Dichos particulares deben partir de una situación privilegiada que les permita adquirir una empresa, bien sea mediante compra – venta o herencia. Una vez sean dueños de un medio de producción utilizarán éste para obtener ganancias, motivo por el cual necesitarán producir bienes aptos para el consumo, con la idea de venderlos en el mercado. Para producir se requerirá contratar lo que se llama “mano de obra”, es decir asalariados que, a cambio de un sueldo, acordado entre empresarios y ellos mismos (o sindicatos en caso de negociación colectiva), producirán los bienes. Esta relación inevitablemente generará plusvalía, que es la diferencia entre el trabajo aportado a la empresa y el salario percibido. Dicha diferencia será apropiada por el empresario. La plusvalía es, principalmente, lo que espolea al empresario al frente de su negocio.
Otra característica del capitalismo es que los precios de lo producido son fijados por el llamado libre mercado, es decir, recae sobre la denominada “ley” de la oferta y la demanda. Esto significa que todo lo que venda grandes cantidades tiene la posibilidad de aumentar su precio, y si este aumento se prevé en el futuro la tendencia podrá mantenerse. Es aquí donde conviene recordar las inmortales palabras del poeta Antonio Machado “es de necios confundir valor y precio”. Porque el precio, efectivamente, será lo que habrá que pagar por los bienes en el mercado, pero el valor será determinado por otros parámetros que no son tampoco asunto de este artículo.
Empero, el modo de producción capitalista se sustenta sobre una ideología política, mucho más compleja y completa que es el liberalismo. Es bien sabido que el liberalismo ha supuesto un grandísimo avance respecto del absolutismo de los siglos XVI, XVII y XVIII. Los grandes teóricos del liberalismo como John Locke y Montesquieu propugnaron las libertades individuales y los derechos políticos que debían pertenecer al individuo por el simple hecho de ser ciudadano. Entre esas libertades se encontraba la iniciativa privada y la libertad de mercado, que facilitaron el desarrollo del capitalismo. En este sentido, había liberales que abogan plenamente por un librecambismo pleno, como los fisiócratas que impulsaron lo que se conoce como el Laissez Faire, que era la doctrina del “dejar hacer”, a través de la cual reclamaban la mínima intervención del Estado en la economía.
Por lo que el capitalismo se puede definir como el modo de producción, cuyo anclaje ideológico nace del liberalismo, en el cual los medios de producción son de titularidad privada. En el mismo se deja un protagonismo casi absoluto al mercado como regulador de precios.
Otra característica del capitalismo es que los precios de lo producido son fijados por el llamado libre mercado, es decir, recae sobre la denominada “ley” de la oferta y la demanda. Esto significa que todo lo que venda grandes cantidades tiene la posibilidad de aumentar su precio, y si este aumento se prevé en el futuro la tendencia podrá mantenerse. Es aquí donde conviene recordar las inmortales palabras del poeta Antonio Machado “es de necios confundir valor y precio”. Porque el precio, efectivamente, será lo que habrá que pagar por los bienes en el mercado, pero el valor será determinado por otros parámetros que no son tampoco asunto de este artículo.
Empero, el modo de producción capitalista se sustenta sobre una ideología política, mucho más compleja y completa que es el liberalismo. Es bien sabido que el liberalismo ha supuesto un grandísimo avance respecto del absolutismo de los siglos XVI, XVII y XVIII. Los grandes teóricos del liberalismo como John Locke y Montesquieu propugnaron las libertades individuales y los derechos políticos que debían pertenecer al individuo por el simple hecho de ser ciudadano. Entre esas libertades se encontraba la iniciativa privada y la libertad de mercado, que facilitaron el desarrollo del capitalismo. En este sentido, había liberales que abogan plenamente por un librecambismo pleno, como los fisiócratas que impulsaron lo que se conoce como el Laissez Faire, que era la doctrina del “dejar hacer”, a través de la cual reclamaban la mínima intervención del Estado en la economía.
Por lo que el capitalismo se puede definir como el modo de producción, cuyo anclaje ideológico nace del liberalismo, en el cual los medios de producción son de titularidad privada. En el mismo se deja un protagonismo casi absoluto al mercado como regulador de precios.
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