Cuatro pinceladas sobre la fundación de Roma


Se dice que la historia de Roma comenzó muchos años antes de que ésta existiera, ya que su origen se remonta hasta la Guerra de Troya. Resulta que Eneas, uno de los troyanos, pudo huir antes de que la ciudad fuera arrasada por los aqueos –griegos–. De esta manera, el troyano fue vagando por varios lugares hasta que llegó a Italia, donde su hijo Ascanio terminó fundando Alba Longa.

Muchos años después, en esa misma ciudad, Amulio, el hermano pequeño del entonces rey Numitor, terminó por destronarle. Además de ese acto mandó matar a todos los hijos varones del depuesto rey, aunque no a su hija Rea. Sin embargo, Rea, pese a la trabas de Amulio, terminó teniendo dos hijos con el dios Marte. En consecuencia, se ordenó que estos dos niños fueran ahogados en el río Tíber.

No obstante, en vez de eso, los hijos de Rea terminaron siendo amamantados por una loba y después criados por un pastor. Aquellos niños recibieron el nombre de Rómulo y Remo, quienes, después de restablecer en su trono a Numitor, terminaron fundando una nueva ciudad. Esta ciudad fue llamada Roma por Rómulo, quien ganó frente a su hermano en un desafío que ellos mismos plantearon. Con todo, Rómulo, tiempo después, terminó matando a su hermano.

De esta manera, aunque la ciudad seguramente fuera una agrupación de aldeas que se encontraban próximas al río Tíber, como otras tantas ciudades de la Antigüedad que también se asentaron a orillas de ríos, es interesante acercarnos al mito de la fundación de una ciudad que rigió, durante tanto tiempo, los destinos del mundo conocido. Así pues, Roma se consagró como una monarquía, cuyo último rey que se recuerda fue Tarquinio, por lo que después de él se convirtió en República, la cual duró casi 500 años hasta que terminó transformándose en imperio.

Asimismo, en Roma existieron dos clases sociales muy diferenciadas. Por un lado, estaban los patricios que, considerados como la aristocracia romana, afirmaban descender de las 7 tribus primitivas que fundaron la ciudad; y por otro los plebeyos, quienes no ostentaban este honor. Ahora bien, ello no significaba necesariamente que los plebeyos formaran una clase homogénea, sino que en ella habitaban tanto personas ricas como más humildes. Por tanto, al principio las instituciones de la república favorecían más a los patricios –dado que las habían diseñado ellos–, pero su evolución permitió la participación de más gente, haciendo de la República romana aquel sistema que combinó, según el historiador Polibio, democracia, aristocracia y monarquía.


 

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