Los fenómenos que acontecen en nuestro entorno, son estudiados por las llamadas ciencias naturales. La química, por ejemplo, se encarga de observar la composición de la materia, así como las posibles alteraciones que ésta pudiera sufrir. Esta ciencia junto a la física, la geología, la biología, etc., conforman un bloque cuyos objetos de estudio tienen un comportamiento, hasta cierto punto, previsible. Esta condición permite que a través del método científico, es decir el hipotético – deductivo, se lleguen a conclusiones falsables. De esta manera, mediante la observación de los fenómenos estudiados, es posible enunciar hipótesis que después serán comprobadas mediante el consiguiente proceso de experimentación.
Este método tiene sentido por esa relativa previsibilidad del objeto de estudio, a la que aludía antes, y será útil siempre que no lo elevemos a dogma y que asumamos que no es infalible. En vez de eso, en plena euforia cientificista se decidió que los actos humanos fueran estudiados con este método. No obstante, la metodología científica se ve sobrepasada por estos actos, los cuales no se pueden predecir con tanta “facilidad”, por la sencilla razón de que éstos responderán a valores, sentimientos e inquietudes no presentes, por ejemplo, en un frente lluvioso, que tan bien es estudiado por la meteorología.
Así llegamos al objeto de estudio principal de la economía: los procesos de producción humanos y su correcta distribución para satisfacer las necesidades. Estos procesos son llevados a cabo por personas, entonces ¿por qué son estudiados como fenómenos ajenos a ellas? ¿Hemos perdido el control sobre lo producido y por eso estudiamos las relaciones económicas como algo que escapa al control humano? Para la economía parece ser que sí. Se ha “inventado” un escenario abstracto, el cual parece escapar a las acciones de las personas, en la misma medida, al menos, que lo hacen la lluvia, los átomos o los microorganismos causantes de las enfermedades. En consecuencia, este escenario es observado desde la distancia; se dictan hipótesis y se busca influir en él para después apuntar los resultados, tal y como haría un químico. ¡Pero, los protones, neutrones y electrones ya estaban presentes antes de que el ser humano naciera! Es lógico que éstos sean estudiados con herramientas que no tengan necesariamente en cuenta los valores humanos, pero la economía no existía antes de la humanidad?
La búsqueda de la objetividad extrema que caracteriza a las ciencias sociales, implicará establecer mediciones con sus habituales gráficas, para posteriormente introducir pequeñas modificaciones, tal y como hace quien experimenta con una vacuna. Finalmente, solo restará aguardar el resultado esperado; es un proceso que, paradójicamente, no se encuentra exento de cierta fe. Pero, este paradigma positivista olvida que los actos humanos se han de comprender y no medir, porque resulta tremendamente difícil cuantificar, por ejemplo, el dolor, algo que acompaña a menudo a ciertos resultados económicos.
Probablemente todo este planteamiento se destine a preveer los comportamientos de ese ser abstracto y “deshumanizado” que es el Mercado. Con ello se olvida, que éste es totalmente una construcción humana, que en ningún sentido podía existir algo parecido de no ser por el humano. No obstante, la economía se empeña en estudiarlo de igual modo que a los átomos, y experimenta tratando de predecir sus comportamientos, a la vez que busca encontrar los sacrificios más indicados para poder llegar a saciar a este Mercado. ¿Esto es ciencia o chamanismo? Lo grave es que cada vez que falla el experimento acaba pasando factura a la población. En vez de economía podría llamarse “mercadología”, y si aspirara a convertirse en ciencia no debería pasar por alto una variable que todos conocemos muy bien: el Mercado tiene nombres y apellidos y por lo tanto intencionalidad.
La mayor parte de la humanidad ha perdido el control de sus recursos, y nuestro bienestar depende de una economía que estudia la producción y distribución de los mismos como algo que se produce sin saber muy bien porqué. La economía observa su objeto de estudio, como si éste no se viera afectado por condición humana alguna, como bien podría ser la corrupción. O la mayoría de la humanidad recupera el control sobre lo producido, o le espera un futuro incierto en el que las previsiones enunciadas por un método que fue ideado para otros fines será la máxima a seguir. Un método que funciona estableciendo generalizaciones que ignoran las infinitas particularidades de cada persona o grupo.
Este método tiene sentido por esa relativa previsibilidad del objeto de estudio, a la que aludía antes, y será útil siempre que no lo elevemos a dogma y que asumamos que no es infalible. En vez de eso, en plena euforia cientificista se decidió que los actos humanos fueran estudiados con este método. No obstante, la metodología científica se ve sobrepasada por estos actos, los cuales no se pueden predecir con tanta “facilidad”, por la sencilla razón de que éstos responderán a valores, sentimientos e inquietudes no presentes, por ejemplo, en un frente lluvioso, que tan bien es estudiado por la meteorología.
Así llegamos al objeto de estudio principal de la economía: los procesos de producción humanos y su correcta distribución para satisfacer las necesidades. Estos procesos son llevados a cabo por personas, entonces ¿por qué son estudiados como fenómenos ajenos a ellas? ¿Hemos perdido el control sobre lo producido y por eso estudiamos las relaciones económicas como algo que escapa al control humano? Para la economía parece ser que sí. Se ha “inventado” un escenario abstracto, el cual parece escapar a las acciones de las personas, en la misma medida, al menos, que lo hacen la lluvia, los átomos o los microorganismos causantes de las enfermedades. En consecuencia, este escenario es observado desde la distancia; se dictan hipótesis y se busca influir en él para después apuntar los resultados, tal y como haría un químico. ¡Pero, los protones, neutrones y electrones ya estaban presentes antes de que el ser humano naciera! Es lógico que éstos sean estudiados con herramientas que no tengan necesariamente en cuenta los valores humanos, pero la economía no existía antes de la humanidad?
La búsqueda de la objetividad extrema que caracteriza a las ciencias sociales, implicará establecer mediciones con sus habituales gráficas, para posteriormente introducir pequeñas modificaciones, tal y como hace quien experimenta con una vacuna. Finalmente, solo restará aguardar el resultado esperado; es un proceso que, paradójicamente, no se encuentra exento de cierta fe. Pero, este paradigma positivista olvida que los actos humanos se han de comprender y no medir, porque resulta tremendamente difícil cuantificar, por ejemplo, el dolor, algo que acompaña a menudo a ciertos resultados económicos.
Probablemente todo este planteamiento se destine a preveer los comportamientos de ese ser abstracto y “deshumanizado” que es el Mercado. Con ello se olvida, que éste es totalmente una construcción humana, que en ningún sentido podía existir algo parecido de no ser por el humano. No obstante, la economía se empeña en estudiarlo de igual modo que a los átomos, y experimenta tratando de predecir sus comportamientos, a la vez que busca encontrar los sacrificios más indicados para poder llegar a saciar a este Mercado. ¿Esto es ciencia o chamanismo? Lo grave es que cada vez que falla el experimento acaba pasando factura a la población. En vez de economía podría llamarse “mercadología”, y si aspirara a convertirse en ciencia no debería pasar por alto una variable que todos conocemos muy bien: el Mercado tiene nombres y apellidos y por lo tanto intencionalidad.
La mayor parte de la humanidad ha perdido el control de sus recursos, y nuestro bienestar depende de una economía que estudia la producción y distribución de los mismos como algo que se produce sin saber muy bien porqué. La economía observa su objeto de estudio, como si éste no se viera afectado por condición humana alguna, como bien podría ser la corrupción. O la mayoría de la humanidad recupera el control sobre lo producido, o le espera un futuro incierto en el que las previsiones enunciadas por un método que fue ideado para otros fines será la máxima a seguir. Un método que funciona estableciendo generalizaciones que ignoran las infinitas particularidades de cada persona o grupo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario