Sobre las corridas de toros

Cualquier debate acerca de las corridas de toros plantea inmediatamente el siguiente dilema: ¿Cómo es posible que se conozca como taurinos a los que buscan darle muerte al animal? Podría ser un error etimológico, sin embargo la cuestión debería ser más profunda. Entiendo que la cultura taurina, en referencia al mundo del toro, incluye desde su crianza hasta su final en la plaza. Los taurinos recuerdan constantemente que si no existieran las corridas de toros el animal se extinguiría. No obstante, siguiendo este razonamiento ¿no se podría deducir que toda aquella especie que no fuera útil, de alguna manera, al ser humano correría idéntico destino? Quizá por ese mismo motivo se “tuvieron” que extinguir los dinosaurios, ya que hacerlos desfilar en una plaza, mientras un autoproclamado “valiente” trata de mantener una “justa” pelea con él habría sido harto complejo.

Por otra parte, los propios taurinos con ese argumento aceptan implícitamente que si prohíben las corridas no desean seguir criando a estos animales, ya que no les une a ellos ningún otro vínculo que no sea el económico. A pesar de todo, se empeñan en seguir llamándose “taurinos”, cuando además, parecen desconocer por completo la posibilidad de que estos toros (de lidia) puedan vivir en espacios naturales habilitados al efecto. Ello al no ser algo que resulta rentable no es algo que lleguen a considerar.

Al margen de eso, continuamente se arguye que la prohibición de las corridas de toros supone una restricción a la libertad. Evidentemente, cualquier prohibición siempre supondrá una merma de libertad, por ese motivo siempre hay que ponderar los bienes en conflicto. Nadie objetaría que la previsión de los delitos de homicidio y asesinato, o los de hurto y robo suponen un ataque a la libertad, en tanto en cuanto que prohíben matar y robar. Si se parte de ese razonamiento, el sufrimiento que soporta el animal durante el acto, hoy en día fuera de toda disputa (numerosos informes de veterinarios así lo atestiguan) es el primer elemento que se debe tener en cuenta.

Es cierto que existen mataderos para los animales, y éste es un argumento recurrente de los taurinos, sin embargo, y sin ignorar la posibilidad del vegetarianismo, no son comparables en absoluto. Una cosa es la ingesta de alimentos, en la que no existe ningún espectáculo ni se induce un dolor innecesario y gratuito al animal, y otra bien distinta es un acto que necesariamente, lo desee o no, se sustenta sobre este dolor, y cuya única finalidad es tratar de entretener. Esto, evidentemente atenta contra la propia ética y solo es posible sostenerse sobre una total falta de empatía.

Por otra parte, no hay que olvidar tampoco la idea de la dignidad. Es cierto que la dignidad se predica del ser humano, pero debería ser moralmente inaceptable el hecho de negársela a los demás seres vivos. Un perro es un animal doméstico y puede estar bajo nuestro cargo, pero no ser de nuestra propiedad (como una cosa). Ello deslegitima el poder llevar a cabo cualquier actuación sobre el propio animal, por la sencilla razón de que son seres vivos que (moralmente) no pueden ser propiedad de otro. Es elemental, que en cualquier corrida de toros, el animal se convierte en objeto, en medio de un espectáculo, del cual seguramente no desee formar parte.

El sufrimiento y la negación de la propia dignidad a los animales (o llamémosle derecho a elegir y ser libres) son bienes importantes que convendría sopesarlos frente a la libertad. Pero, y esto conviene ser tenido en cuenta, estamos hablando de una libertad muy concreta y determinada como es la de poder celebrar corridas de toros (y por ende acudir a ellas). Es demagógico afirmar que prohibir las corridas de toros atentaría contra la libertad como bien abstracto.

En este sentido, conviene sopesar los dos bienes en conflicto: la libertad de acudir a las corridas de toros frente al sufrimiento y la negación de una posible dignidad animal. Shopenhauer no tenía duda alguna cuando afirmó que: "La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter, de tal manera que se puede afirmar de seguro, que quien es cruel con los animales no puede ser buena persona". Del mismo modo, Gandhi sentenció con rotundidad que: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que son tratados sus animales.”. A pesar de que estas frases son meras opiniones, dada la consideración de estos dos grandes pensadores, conviene tenerlas en cuenta.

Respecto a las valoraciones sobre arte y cultura, el debate tendrá tantos frentes abiertos como diferentes sensibilidades pueblen la Tierra. No obstante, aunque para algunas personas la tauromaquia pueda resultarles, incluso, hermosa habría que añadir que dicho espectáculo nace, necesariamente de dar muerte a un animal. Ninguna obra de arte podría, ni debería, sustentarse sobre la muerte y el sufrimiento de ningún ser vivo.

En lo concerniente a la cultura que podría existir en estos espectáculos, que mejor manera que las palabras del Catedrático en Ética, Norbert Bilbeny:

“la cultura es cultivo de la humanidad y tiene un sentido edificante. Es cultura todo lo que podemos recomendar a un niño o al que no sabe. La tauromaquia, en cambio, no es ni puede ser recomendada. Es una manifestación degradante y no tiene nada de cultural. Si se conserva la afición es por contagio, porque el padre de uno lo llevaba a los toros, y nada más. Si los toros fueran cultura, debería ser cultura también la pederastia por amor a los niños, o el boxeo, o las peleas de gallos en un gallódromo”



3 comentarios:

  1. ¡Muchas gracias Concha! Si los animales no tienen voz, otros la alzaremos por ellos ;)

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  2. Hola Juan Carlos, he tomado como referencia tu artículo, necesito poner el autor, por favor cuáles son tus apellidos. Soy maestra, me puedes ubicar en Facebook Liliana Yolanda cc
    Gracias...

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