El Discurso de la Servidumbre Voluntaria, como estudio del fenómeno del poder

Étienne de la Boétie

La legitimidad del poder es algo que debería preocupar. Puesto que, aunque todo ejercicio de poder imponga sus condiciones, éste no se sostiene únicamente gracias a esta circunstancia. Para ello es importante que hayan criterios legitimadores, aunque en ausencia de éstos, ¿qué otros medios pueden salvaguardar el engranaje político de un sistema? Étienne de La Boétie dio con la clave: mediante la servidumbre que, no en pocas ocasiones, es además voluntaria. Su Discurso de la Servidumbre Voluntaria es una interesante reflexión sobre el poder, la cual posee algunos matices que no han perdido un ápice de frescura.

La Boétie, en su periplo, pone como ejemplo de libertad a Esparta y Atenas. En este sentido, también se aprecia cierta admiración por Roma, pero lógicamente antes de su transformación en imperio. ¿Por qué estas organizaciones políticas y no otras? Porque en estas solamente existía el sometimiento a la ley, la cual no podía ser fruto de los caprichos de una o varias personas. De hecho, sobre todo en Atenas y Roma, la aprobación de las leyes contaba con una alta participación popular. Quizás ahí resida la verdadera libertad política. Una libertad cuya defensa, por ejemplo en una guerra, tiene, para La Boétie, un efecto fortalecedor debido al temor de perderla y tener que soportar durante años el yugo de la esclavitud.


Sin embargo, teniendo presente la reflexión anterior, el texto indaga acerca de cómo es posible que un solo hombre domine a tantos como pueda haber en un país. El escritor francés añade que no hay necesidad de combatir al tirano, ni de derrotarlo, pues basta con que el país no consienta su servidumbre. ¿Por qué? La Boétie sostiene que la propia fuerza del tirano nace de aquellos que no desean la libertad. El tirano no deja de ser una persona, y como tal no tiene más que su propio cuerpo. Y es que, en última instancia, los recursos que emplea para controlar a los demás y perpetuar su poder, son los de aquellas personas que están bajo su yugo. En realidad, el poder emplea a los propios gobernados para extender su dominio, algo que el texto recoge perfectamente:


 «¿De dónde ha sacado tantos ojos con que espiaros, si no se los dais vosotros? ¿Cómo tiene tantas manos para golpearos si no las toma de vosotros? Los pies con que pisotea vuestras ciudades, ¿de dónde los ha sacado si no son los vuestros? ¿Cómo es que tiene algún poder sobre vosotros, si no es por vosotros? ¿Cómo osaría atacaros si no fueseis sus cómplices?»[1]

El ensayo, más adelante, plantea otro interrogante: ¿Qué se puede entender por tirano? Para La Boétie, lo relevante no es el modo en el que se accede al poder (elección popular, por las armas o por herencia), pues encuentra problemas en los tres modelos: 
«los que han sido elegidos, los tratan (al pueblo) como si hubieran adquirido toros que hubiera que domar; los que los han conquistado, disponen de ellos como de su botín de guerra; los sucesores, se emplean en tratarlos como si fuesen sus esclavos naturales»[2]. Estas observaciones dan pie a un dilema fundamental: en caso de que nacieran personas que no conocieran ni la tiranía ni la libertad, ¿qué elegirían? El francés responde que la libertad.

Por consiguiente, ya que la tiranía no es elegida por las personas, es necesario identificar un elemento que sirva para perpetuarla. La Boétie concluye que ésta solo puede imponerse mediante la fuerza o el engaño, y una vez impuesta acaba encontrando acomodo a través de la costumbre. El francés resalta el papel imprescindible que juega la educación, y ello lo ilustra con varias historias, como la de Hidarnes, lugarteniente del rey persa, y los dos espartanos Esperte y Bulis. Hidarnes les propuso unirse a los persas, y así su rey les recompensaría con algunas ciudades, pero los espartanos respondieron que no, porque él no sabe cómo es el bien que ellos disfrutan (la libertad), y si él la hubiera conocido les aconsejaría defenderla.


En consecuencia, La Boétie arguye que aquellos que obedecen lo hacen porque han nacido siervos y, por tanto, son criados como tales. Es como el caso del pájaro enjaulado que, al no conocer otra cosa, no sabría valorar lo que es volar libremente. Al mismo tiempo, el ensayo tampoco ignora los entretenimientos que el poder dispone para con sus súbditos, como el que empleó Ciro con los lidios, cuando estableció burdeles, tabernas y juegos públicos. La Boétie señalaría que fue una guarnición muy eficaz.


Por último, el texto recoge lo que para el autor es la clave y fundamento de la tiranía. Según La Boétie, el poder usa a sus protectores armados como medida disuasoria, pero realmente es solo una parafernalia defensiva que no deja de ser mera apariencia. El aspecto clave es otro, lo que podría llamarse “cadena de mando político”. Es decir, el soberano puede rodearse de unas pocas personas con las que comparte el dominio del Estado. Al mismo tiempo, esas pocas personas cercanas al soberano, compran la lealtad de otras tantas, y éstas de otras y así sucesivamente. De esta manera, el sistema se fortalece, ya que acaba beneficiando a un número considerable de personas.


[1] LA BOÉTIE, Etienne de. Discurso de la Servidumbre Voluntaria
[2] Ibíd.

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