Los infinitos matices de la cuestión venezolana

 

El chavismo ha perdido en estas elecciones su mayoría en la Asamblea Nacional. No obstante, con este artículo no pretendo hacer propiamente un análisis electoral, sino analizar algunos aspectos del discurso mediático acerca de Venezuela y este proceso. Uno de los más importantes es que los medios han presentado a este país caribeño como una dictadura. Ahora bien, el uso de los términos políticos se ha banalizado; es habitual calificar a regímenes de democráticos o dictatoriales según convenga o según estime cada uno. Además, es común que estas calificaciones se realicen sin atender a ningún tipo de baremación, ni tampoco a ningún criterio que dé significado a los conceptos que se utilizan.

En este sentido, es bueno comenzar planteando una cuestión ineludible: ¿es Venezuela una dictadura? Sostener esta hipótesis cuando el partido en el poder acaba de perder su mayoría legislativa, a través de unas “simples” elecciones, no deja de resultar paradójico. Sencillamente, hay muy pocas dictaduras en el mundo que hayan caído votando a otro partido o coalición. Por ello, y a pesar de que se puede no coincidir en la manera en la que se están haciendo las cosas en Venezuela, es obvio que una dictadura tampoco permite observadores electorales en sus elecciones. Sin embargo, sería interesante que, sobre todo en procesos tan polémicos como el venezolano, acudieran más observadores electorales independientes. Puesto que, un eurodiputado del Partido Popular Europeo u otro de Izquierda Unitaria puede simpatizar más con determinadas formaciones venezolanas, y ello acabar implicando que sus funciones se solapen con las del apoderado electoral.

A tener de lo dicho hasta aquí, convendría lanzar otro interrogante seguramente más preciso: ¿el gobierno venezolano tiene tintes autoritarios? Venezuela no es un país fácil de gobernar, ya que hay elementos como la inseguridad, la escasez de productos o la inestabilidad política que en otros países no es un problema tan crucial. Al respecto, no pretendo afirmar, ni mucho menos, que estos elementos “obliguen” necesariamente a gobernar con mayor dureza, pero ello en ocasiones sí puede favorecer las condiciones para que los gobiernos adopten posturas más cercanas al autoritarismo. En consecuencia, estos hechos parecen haber conducido al gobierno venezolano actual hacia una deriva quizás próxima al autoritarismo. Una deriva que, en cualquier caso, alberga una buena cantidad de rasgos que conviene observar.

En relación con lo anterior, es bueno poner en contexto un elemento, el relativo a los presos políticos, por el que Venezuela es especialmente criticada. Primeramente, hay que destacar que los delitos políticos están presentes en la mayoría de Estados del mundo, y no suelen suscitar vehementes críticas en las tertulias habituales. Es un mecanismo que los Estados, como organizaciones políticas, utilizan para proteger su propia estructura. De hecho, el prestigioso jurista Cuello Calón definió este tipo de delitos como aquellos cometidos contra el orden político del Estado, o cualquier otro que tenga móviles políticos. Tanto es así, que en España, por ejemplo, existe un debate acerca de si las injurias a la Corona, presentes en el artículo 490.3 del Código Penal Español, pudiera ser un delito político.

Por último, hay otro aspecto de suma importancia, más propio del constitucionalismo americano, como es la división de poderes entre ejecutivo y legislativo. Una característica de la que adolecen muchos sistemas parlamentarios europeos, en los que estos dos poderes nacen de un mismo proceso electoral. En Venezuela el chavismo ha perdido el control del poder legislativo, pero mantiene la presidencia de Venezuela y, por tanto, el poder ejecutivo. Ahora se producirá una situación parecida a lo que los franceses llamarían <<cohabitación>>, y que es fruto de una normalidad política proveniente de una situación en la que hay independencia entre los dos poderes netamente políticos del país. De acuerdo con esto, en un plano formal, Venezuela, igual que muchos países americanos, entre los que se encuentra Estados Unidos, está más cerca de la democracia que países parlamentarios como España. Por el contrario, cuando estos matices no son tenidos en cuenta, se pasan por alto figuras tan enriquecedoras como el referéndum revocatorio, que merecen ser consideradas en muchos países.



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